La pérdida de peso y la desnutrición son habituales entre estos enfermos, y se asocia a un aumento de la morbilidad y la mortalidad
Autor: Por ELENA PIÑEIRO / MAITE ZUDAIRE
Autor: Por ELENA PIÑEIRO / MAITE ZUDAIRE
Fecha de publicación: 10 de octubre de 2008
http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/enfermedad/2008/10/10/180604.php
El Alzheimer ya afecta en nuestro país a cerca de 3,5 millones de personas, y el número crece cada año. Por eso, el reto común de asociaciones, investigadores y familias que cuidan de los enfermos es el de contribuir a mejorar su calidad de vida. En este contexto, la alimentación juega un papel relevante, ya que la pérdida de peso y la desnutrición son habituales y se asocian a un aumento de la morbilidad y la mortalidad.
Los problemas inherentes a la enfermedad, como son la pérdida de la independencia, la dificultad para orientarse, los desórdenes en el comportamiento alimentario y la deambulación frecuente, influyen en el adelgazamiento, que se incrementa con severidad a medida que va pasando el tiempo y el mal va progresando. La información sobre el manejo dietético y los problemas nutricionales es fundamental para los profesionales de la salud y las familias.
La cruda realidad alimentaria
A pesar de que no hay evidencias que demuestren una relación inseparable, sí suele asociarse la desnutrición a las personas con Alzheimer
En los "Cuadernos del Cuidador", editados por la Fundación Alzheimer España, se hace una descripción muy clara y sencilla de cómo el deterioro de la memoria y del juicio pueden interferir en la vida alimentaria. No hay evidencias científicas sólidas que vinculen los factores nutricionales a la causa de la enfermedad de Alzheimer, pero la desnutrición y la pérdida de peso son compañeras frecuentes de las personas que la padecen.
Según los autores de este documento, se llega a la malnutrición-desnutrición por diversas razones; la pérdida de memoria influye hasta el punto de olvidar cosas tan básicas como hacer la compra, almacenar los alimentos en la despensa o en la nevera y cocinar. Se dan cambios tan sutiles en los primeros estadios que ni siquiera la familia se da cuenta de que la persona con Alzheimer no se está alimentando bien. El olvido de las preferencias alimenticias, y parece ser que hasta de los gustos, y la dificultad en percibir los aromas y saborear un buen plato son algunas de las causas por las que se pierde el apetito y se come menos.
La atrofia de ciertas regiones cerebrales implicadas en la regulación de la conducta alimentaria podría estar relacionada con la pérdida de peso severa y la deficiencia de nutrientes -entre ellos las vitaminas B1, B9 y B12, y proteínas como la albúmina-, derivada de la mala alimentación, que, a su vez, incrementa el deterioro cognoscitivo.
Con el progreso de la enfermedad, aparecen la deambulación, la agitación y la intranquilidad, responsables de un gasto calórico hasta de 1.600 kilocalorías más de lo habitual para las características físicas del individuo. Si se come menos y se gasta más, el resultado es fácil de predecir; se favorece la pérdida de peso que puede ser la antesala de infecciones, enfermedades oportunistas y complicaciones de salud, que lo único que hacen es ensombrecer una calidad de vida de por sí ya muy reducida.
Actitudes y aprendizajes prácticos
La Fundació Institut Català de l'Envelliment (Fundación Instituto Catalán de Envejecimiento) ha editado una pequeña guía práctica, "Alimentación y Alzheimer", que informa de manera amena y muy próxima sobre el manejo de los problemas nutricionales, el aporte de la ayuda necesaria a la hora de alimentarse y el remedio a trastornos asociados a la enfermedad, como son la disfagia o dificultad para tragar y la anorexia, entendida como pérdida de apetito.
Según Manuel Velasco Suárez, del Laboratorio de Nutrición del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, de México, "la anorexia puede darse en estadios avanzados de la enfermedad y asociarse con la pérdida de peso y con la toma de medicamentos como los opioides". Por otro lado, "la disfagia se ha reconocido como una causa de muerte inmediata en el 33% de los pacientes afectados por Alzheimer", añade. Por este motivo, es fundamental entender el nexo tan importante entre la enfermedad y la alimentación y, consecuentemente, ofrecer toda la información posible a las personas responsables de los enfermos.
Olvidarse de uno de los cuidados fundamentales hacia uno mismo, como es el de alimentarse, comporta todo un abanico de aspectos que se deben tener en cuenta. Según los autores de la guía "Alimentación y Alzheimer", Antoni Salvà y Joan Carles Rovira, conviene antes que nada evaluar hasta qué punto la persona puede prepararse su propia comida.
Menús adaptados
Es muy útil elaborar una lista semanal de menús tipo equilibrados y variados y organizar la lista de la compra y su posterior almacenamiento. En esta tarea, la ayuda de la "Guía Alimentación según la edad y el tipo de trabajo", editada por CONSUMER EROSKI, puede ser de gran utilidad. La atención más especial se debe dirigir al estado de conservación de los alimentos, a la utilización de los objetos cortantes y afilados y, sobre todo, a que las instalaciones de la cocina sean seguras.
Cuando ya se han olvidado ejecuciones de actividades relacionadas con la comida tan elementales como el uso de los cubiertos, hay soluciones sencillas que pueden ayudar a ralentizar la pérdida de facultades. Las comidas familiares ayudan a que el enfermo se sienta reconocido y pueden facilitar un mejor uso de la vajilla por imitación. También resultan muy útiles en estos casos los cubiertos adaptados, los platos irrompibles y los vasos antivuelco. Además, se pueden cocinar alimentos que la persona pueda comer con la mano, como por ejemplo croquetas, emparedados, sándwiches, empanadillas o barritas de pescado, entre otros.
Al margen de las pequeñas y prácticas soluciones a cada problema, uno de los puntales en la ayuda a los enfermos es una conducta flexible por parte de los cuidadores. Los trastornos del comportamiento alimentario hacen de quienes padecen Alzheimer personas completamente dependientes y, por eso, el respeto a su nuevo ritmo de vida y las acciones encaminadas a preservar al máximo su independencia y dignidad son la base de la relación.
LIPIDIDIET: últimos avances en nutrición y Alzheimer
El proyecto europeo LIPIDIDIET estudia el rol de los lípidos aportados por la alimentación en la prevención y tratamiento o, por el contrario, en la aceleración del Alzheimer. Aunque las dietas con un alto contenido de grasas han sido identificadas como un factor de riesgo para el Alzheimer, también se ha demostrado que la ingestión de una dosis específica de lípidos es fundamental para la prevención de esta enfermedad.
El aporte suficiente de ácidos grasos esenciales, de ácidos grasos omega 3 (DHA y EPA) y ciertas vitaminas (B1, B6, B12) mantiene la integridad estructural y funcional de las neuronas, células especializadas del sistema nervioso. Varias líneas de investigación sugieren que los ácidos grasos omega 3, en concreto, pueden desempeñar un papel relevante en la fisiopatología, la terapia o la prevención de esta enfermedad. Esto abre camino al desarrollo de productos funcionales o de complementos nutricionales que pueden servir de apoyo nutricional para preservar la función cognitiva.
Restricción calórica
Otro de los aspectos interesantes que rodea el nexo entre esta enfermedad y la alimentación es el planteamiento de cómo afecta el tipo de dieta a su aparición y desarrollo. Investigadores de la Facultad de Medicina Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York han informado en un estudio, publicado en el Journal of Neurochemistry, que una dieta hipocalórica restringida en hidratos de carbono podría ayudar a prevenir el Alzheimer gracias a la disminución de la formación de la capa de péptidos beta-amiloides, sustancias presentes en mayor cantidad en el cerebro de las personas que padecen esta enfermedad. La disminución de calorías de la dieta podría incrementar la expresión de una proteína llamada SIRT1, que se sabe afecta positivamente al envejecimiento y que en esta investigación, con primates, está inversamente relacionada con los péptidos beta-amiloides en el cerebro. Según Giulio Pasinetti, el director de la investigación, con este trabajo se abre una puerta a que otros investigadores indaguen más profundamente sobre esta valiosa aproximación a las causas de la enfermedad, con el objetivo de aclarar los mecanismos biológicos que la rodean.
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martes, 14 de octubre de 2008
domingo, 12 de octubre de 2008
El efecto invernadero se sienta a la mesa
La comida constituye una importante fuente de gases contaminantes
La producción, transporte y venta de los alimentos que consume una persona genera casi el doble de CO2 que su automóvil
Noticias de Ciencia/Salud La Nacion.- Domigo 12 de octubre 2008
Por Bijal Trivedi De New Scientist
LONDRES.- Puede sorprender saber que nuestras dietas generan casi el doble de emisiones de gases del llamado efecto invernadero que las producidas por los automóviles. Un estudio reciente sugirió que, en promedio, los alimentos generan 8,1 toneladas de emisiones de dióxido de carbono (CO2) o de CO2 eq (medida que incorpora otros gases nocivos producidos junto al CO2). Eso significa casi el doble de las 4,4 toneladas de CO2 eq emitidas por el típico kilometraje anual en los Estados Unidos.
Como las emisiones de estos gases atraen cada vez más críticas, se ha urgido a que se calculen las emisiones de cientos de productos y procesos de manufactura, de manera que los consumidores podamos realizar elecciones alimentarias menos perjudiciales para el medio ambiente.
En el Reino Unido, algunos supermercados ya han comenzado programas piloto para etiquetar alimentos que indiquen los rastros de carbono que producen. Un productor de papas fritas está etiquetando algunas líneas con su CO2 eq: cada paquete de 34,5 gramos que sale de la fábrica es responsable de 75 gramos de CO2 eq.
El Carbon Trust, en Londres, está trabajando en un sistema estándar para que las compañías puedan seguir para rastrear el CO2 eq de cualquier producto.
Entonces, ¿cómo se calcula el rastro de CO2 eq de su estómago? Está lejos de ser simple. Para comenzar, se debe analizar la cantidad de energía utilizada de la granja al tenedor, para medir su contribución al gas invernadero. Así, un alimento producido utilizando viento o energía solar generará menos emisiones que los que se basaron en gas o carbón.
Para la carne o los productos lácteos también se deben considerar las emisiones de metano y óxido nitroso, dos potentes gases con efecto invernadero.
El total de emisiones de un alimento depende en gran medida de dónde proviene y de cómo fue transformado en su cena a partir de la materia prima. Esto incluye los gases generados por labrar la tierra, siembra de cultivos, por pesticidas y fertilizantes, por la cosecha y el traslado a las plantas procesadoras, al igual que la electricidad para limpieza, procesamiento y embalaje de los alimentos, y luego por el transporte a los comercios.
Finalmente, se debe considerar el desmonte de bosques para el pastoreo o cultivo. Los cálculos se han vuelto "endiabladamente complicados", dijo Astrid Scholz, economista ecológica de Ecotrust, gabinete de estrategia con sede en Portland, Oregón.
La vida sin un bife
"Pasar de la dieta habitual norteameicana a una dieta vegetariana podría disminuir las emisiones en 1,5 toneladas de CO2 eq por persona", dijo Scholz. Si uno puede enfrentar la vida sin un bife, pronto podría haber un sustituto de carne que también podría disminuir considerablemente las emisiones de CO2 eq: la carne in vitro.
Christopher Weber, de la Universidad Carnegie Mellon, estudió si los vegetarianos ingerían suficiente cantidad de nutrientes. "Las dietas a base de hortalizas son seguras y acaso nutricionalmente superiores a las mixtas que sacan gran parte de sus calorías de los animales", concluyó.
El mensaje es claro: se puede acceder a un bife de vez en cuando, pero la salud de nuestro planeta sería mejor si redujéramos el consumo de carne.
Cuando se trata de alimentos que tienen el mayor potencial de calentamiento terrestre, los productos con carne roja se encuentran entre los peores. La cría de ganado es responsable del 18% de las emisiones invernadero causadas por el hombre: el 9% de todo el CO2, del 35 al 40% del metano y el 65% del óxido nitroso.
Los rumiantes no sólo exhalan CO2 como nosotros, sino que también producen metano. ¿Puede la dieta de los animales marcar una diferencia? El bife de los alimentados con pastos frecuentemente se comercia como más limpio y más verde que el de los alimentados con granos porque las vacas no consumen cultivos de alta energía.
Sin embargo, esto confunde, según Emias Kebreab de la Universidad de Manitoba en Winnipeg. Kebreab desarrolló un modelo por computadora del sistema digestivo de la vaca y estudió si eran los granos o el pasto los que producían más metano, y encontró que las vacas alimentadas con pasto producían, en realidad, más metano que las alimentadas con granos.
Afortunadamente, parece estar surgiendo una alternativa notable: eliminar el animal del proceso de producción por completo y, en cambio, cultivar carne en una cuba. "Con la carne in vitro, no hay que sostener al cuerpo", afirma Matheny.
La carne in vitro ha sido desarrollada durante décadas, pero sólo recientemente ha comenzado a ser vista como una alternativa viable a la cría de ganado. En el primer simposio de carne in vitro llevado a cabo en el Instituto Noruego de Investigación de Alimentos, cerca de Oslo, en abril, Stig William Omholt, de la Universidad de Noruega, sugirió que la producción en gran escala de carne in vitro podría aplicarse hoy a alrededor de 3400 euros la tonelada, lo que la hace competitiva con la proveniente de granjas.
En un escenario, la carne sería cultivada a partir de células madre del muslo de las vacas, cerdos y ovejas. Las células se unirían a pequeñas esferas o a andamios 3D y luego serían cultivadas en un caldo nutriente hasta que los racimos de células de músculo fueran lo suficientemente grandes para ser cosechadas.
La primera carne de "probeta" que llegará al mercado posiblemente sea para hamburguesas, salchichas, nuggets de pollo y otros productos con carnes picadas. Si bien la carne in vitro no estará libre de gases invernadero, las emisiones serán mucho menores. No habrá emisiones de metano de los animales ni de los fertilizantes ni por deforestación ni degradación por pasturas.
Orgánico vs. convencional
A pesar de que la etiqueta de orgánico comenzó como una marca de estándares de granja, para mucha gente significa que es adecuado para el ambiente y que también implica bajas emisiones de CO2, pero ¿es realmente así?
Nathan Pelletier, de la Universidad Dalhousie, comparó las emisiones del cultivo orgánico de maíz, trigo, soja y canola, con el convencional. Encontró que los cultivos orgánicos tienen rastros de carbono mucho menores y consumen sólo el 39% de energía y producen sólo el 77% de gases invernadero, comparados con los no orgánicos. La razón, según Pelletier, es que se elimina el fertilizante con nitrógeno del proceso de cultivo.
Los fertilizantes son responsables del 1% del consumo total mundial de energía. Sin embargo, la comparación no es tan sencilla en todos los alimentos. Para las hortalizas y las frutas, es casi imposible comparar los cultivos orgánicos con los convencionales sin saber exactamente cómo y dónde fueron cultivados.
Pelletier agregó: "Tiene mucho que ver con el contexto". Seguramente, lo orgánico no siempre significa menores emisiones. Las aves orgánicas, por ejemplo, requieren un 10% más de energía que las de granja, ya que éstas son criadas en lugares donde casi no pueden moverse y gran parte de su energía alimentaria se convierte en proteína. Traducción: María Elena Rey
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Como las emisiones de estos gases atraen cada vez más críticas, se ha urgido a que se calculen las emisiones de cientos de productos y procesos de manufactura, de manera que los consumidores podamos realizar elecciones alimentarias menos perjudiciales para el medio ambiente.
En el Reino Unido, algunos supermercados ya han comenzado programas piloto para etiquetar alimentos que indiquen los rastros de carbono que producen. Un productor de papas fritas está etiquetando algunas líneas con su CO2 eq: cada paquete de 34,5 gramos que sale de la fábrica es responsable de 75 gramos de CO2 eq.
El Carbon Trust, en Londres, está trabajando en un sistema estándar para que las compañías puedan seguir para rastrear el CO2 eq de cualquier producto.
Entonces, ¿cómo se calcula el rastro de CO2 eq de su estómago? Está lejos de ser simple. Para comenzar, se debe analizar la cantidad de energía utilizada de la granja al tenedor, para medir su contribución al gas invernadero. Así, un alimento producido utilizando viento o energía solar generará menos emisiones que los que se basaron en gas o carbón.
Para la carne o los productos lácteos también se deben considerar las emisiones de metano y óxido nitroso, dos potentes gases con efecto invernadero.
El total de emisiones de un alimento depende en gran medida de dónde proviene y de cómo fue transformado en su cena a partir de la materia prima. Esto incluye los gases generados por labrar la tierra, siembra de cultivos, por pesticidas y fertilizantes, por la cosecha y el traslado a las plantas procesadoras, al igual que la electricidad para limpieza, procesamiento y embalaje de los alimentos, y luego por el transporte a los comercios.
Finalmente, se debe considerar el desmonte de bosques para el pastoreo o cultivo. Los cálculos se han vuelto "endiabladamente complicados", dijo Astrid Scholz, economista ecológica de Ecotrust, gabinete de estrategia con sede en Portland, Oregón.
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"Pasar de la dieta habitual norteameicana a una dieta vegetariana podría disminuir las emisiones en 1,5 toneladas de CO2 eq por persona", dijo Scholz. Si uno puede enfrentar la vida sin un bife, pronto podría haber un sustituto de carne que también podría disminuir considerablemente las emisiones de CO2 eq: la carne in vitro.
Christopher Weber, de la Universidad Carnegie Mellon, estudió si los vegetarianos ingerían suficiente cantidad de nutrientes. "Las dietas a base de hortalizas son seguras y acaso nutricionalmente superiores a las mixtas que sacan gran parte de sus calorías de los animales", concluyó.
El mensaje es claro: se puede acceder a un bife de vez en cuando, pero la salud de nuestro planeta sería mejor si redujéramos el consumo de carne.
Cuando se trata de alimentos que tienen el mayor potencial de calentamiento terrestre, los productos con carne roja se encuentran entre los peores. La cría de ganado es responsable del 18% de las emisiones invernadero causadas por el hombre: el 9% de todo el CO2, del 35 al 40% del metano y el 65% del óxido nitroso.
Los rumiantes no sólo exhalan CO2 como nosotros, sino que también producen metano. ¿Puede la dieta de los animales marcar una diferencia? El bife de los alimentados con pastos frecuentemente se comercia como más limpio y más verde que el de los alimentados con granos porque las vacas no consumen cultivos de alta energía.
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La primera carne de "probeta" que llegará al mercado posiblemente sea para hamburguesas, salchichas, nuggets de pollo y otros productos con carnes picadas. Si bien la carne in vitro no estará libre de gases invernadero, las emisiones serán mucho menores. No habrá emisiones de metano de los animales ni de los fertilizantes ni por deforestación ni degradación por pasturas.
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Los fertilizantes son responsables del 1% del consumo total mundial de energía. Sin embargo, la comparación no es tan sencilla en todos los alimentos. Para las hortalizas y las frutas, es casi imposible comparar los cultivos orgánicos con los convencionales sin saber exactamente cómo y dónde fueron cultivados.
Pelletier agregó: "Tiene mucho que ver con el contexto". Seguramente, lo orgánico no siempre significa menores emisiones. Las aves orgánicas, por ejemplo, requieren un 10% más de energía que las de granja, ya que éstas son criadas en lugares donde casi no pueden moverse y gran parte de su energía alimentaria se convierte en proteína. Traducción: María Elena Rey
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