domingo, 12 de octubre de 2008

El efecto invernadero se sienta a la mesa

La comida constituye una importante fuente de gases contaminantes
La producción, transporte y venta de los alimentos que consume una persona genera casi el doble de CO2 que su automóvil


Noticias de Ciencia/Salud La Nacion.- Domigo 12 de octubre 2008
Por Bijal Trivedi De New Scientist

LONDRES.- Puede sorprender saber que nuestras dietas generan casi el doble de emisiones de gases del llamado efecto invernadero que las producidas por los automóviles. Un estudio reciente sugirió que, en promedio, los alimentos generan 8,1 toneladas de emisiones de dióxido de carbono (CO2) o de CO2 eq (medida que incorpora otros gases nocivos producidos junto al CO2). Eso significa casi el doble de las 4,4 toneladas de CO2 eq emitidas por el típico kilometraje anual en los Estados Unidos.
Como las emisiones de estos gases atraen cada vez más críticas, se ha urgido a que se calculen las emisiones de cientos de productos y procesos de manufactura, de manera que los consumidores podamos realizar elecciones alimentarias menos perjudiciales para el medio ambiente.
En el Reino Unido, algunos supermercados ya han comenzado programas piloto para etiquetar alimentos que indiquen los rastros de carbono que producen. Un productor de papas fritas está etiquetando algunas líneas con su CO2 eq: cada paquete de 34,5 gramos que sale de la fábrica es responsable de 75 gramos de CO2 eq.
El Carbon Trust, en Londres, está trabajando en un sistema estándar para que las compañías puedan seguir para rastrear el CO2 eq de cualquier producto.
Entonces, ¿cómo se calcula el rastro de CO2 eq de su estómago? Está lejos de ser simple. Para comenzar, se debe analizar la cantidad de energía utilizada de la granja al tenedor, para medir su contribución al gas invernadero. Así, un alimento producido utilizando viento o energía solar generará menos emisiones que los que se basaron en gas o carbón.

Para la carne o los productos lácteos también se deben considerar las emisiones de metano y óxido nitroso, dos potentes gases con efecto invernadero.

El total de emisiones de un alimento depende en gran medida de dónde proviene y de cómo fue transformado en su cena a partir de la materia prima. Esto incluye los gases generados por labrar la tierra, siembra de cultivos, por pesticidas y fertilizantes, por la cosecha y el traslado a las plantas procesadoras, al igual que la electricidad para limpieza, procesamiento y embalaje de los alimentos, y luego por el transporte a los comercios.

Finalmente, se debe considerar el desmonte de bosques para el pastoreo o cultivo. Los cálculos se han vuelto "endiabladamente complicados", dijo Astrid Scholz, economista ecológica de Ecotrust, gabinete de estrategia con sede en Portland, Oregón.

La vida sin un bife
"Pasar de la dieta habitual norteameicana a una dieta vegetariana podría disminuir las emisiones en 1,5 toneladas de CO2 eq por persona", dijo Scholz. Si uno puede enfrentar la vida sin un bife, pronto podría haber un sustituto de carne que también podría disminuir considerablemente las emisiones de CO2 eq: la carne in vitro.
Christopher Weber, de la Universidad Carnegie Mellon, estudió si los vegetarianos ingerían suficiente cantidad de nutrientes. "Las dietas a base de hortalizas son seguras y acaso nutricionalmente superiores a las mixtas que sacan gran parte de sus calorías de los animales", concluyó.
El mensaje es claro: se puede acceder a un bife de vez en cuando, pero la salud de nuestro planeta sería mejor si redujéramos el consumo de carne.
Cuando se trata de alimentos que tienen el mayor potencial de calentamiento terrestre, los productos con carne roja se encuentran entre los peores. La cría de ganado es responsable del 18% de las emisiones invernadero causadas por el hombre: el 9% de todo el CO2, del 35 al 40% del metano y el 65% del óxido nitroso.
Los rumiantes no sólo exhalan CO2 como nosotros, sino que también producen metano. ¿Puede la dieta de los animales marcar una diferencia? El bife de los alimentados con pastos frecuentemente se comercia como más limpio y más verde que el de los alimentados con granos porque las vacas no consumen cultivos de alta energía.
Sin embargo, esto confunde, según Emias Kebreab de la Universidad de Manitoba en Winnipeg. Kebreab desarrolló un modelo por computadora del sistema digestivo de la vaca y estudió si eran los granos o el pasto los que producían más metano, y encontró que las vacas alimentadas con pasto producían, en realidad, más metano que las alimentadas con granos.
Afortunadamente, parece estar surgiendo una alternativa notable: eliminar el animal del proceso de producción por completo y, en cambio, cultivar carne en una cuba. "Con la carne in vitro, no hay que sostener al cuerpo", afirma Matheny.
La carne in vitro ha sido desarrollada durante décadas, pero sólo recientemente ha comenzado a ser vista como una alternativa viable a la cría de ganado. En el primer simposio de carne in vitro llevado a cabo en el Instituto Noruego de Investigación de Alimentos, cerca de Oslo, en abril, Stig William Omholt, de la Universidad de Noruega, sugirió que la producción en gran escala de carne in vitro podría aplicarse hoy a alrededor de 3400 euros la tonelada, lo que la hace competitiva con la proveniente de granjas.
En un escenario, la carne sería cultivada a partir de células madre del muslo de las vacas, cerdos y ovejas. Las células se unirían a pequeñas esferas o a andamios 3D y luego serían cultivadas en un caldo nutriente hasta que los racimos de células de músculo fueran lo suficientemente grandes para ser cosechadas.
La primera carne de "probeta" que llegará al mercado posiblemente sea para hamburguesas, salchichas, nuggets de pollo y otros productos con carnes picadas. Si bien la carne in vitro no estará libre de gases invernadero, las emisiones serán mucho menores. No habrá emisiones de metano de los animales ni de los fertilizantes ni por deforestación ni degradación por pasturas.

Orgánico vs. convencional
A pesar de que la etiqueta de orgánico comenzó como una marca de estándares de granja, para mucha gente significa que es adecuado para el ambiente y que también implica bajas emisiones de CO2, pero ¿es realmente así?
Nathan Pelletier, de la Universidad Dalhousie, comparó las emisiones del cultivo orgánico de maíz, trigo, soja y canola, con el convencional. Encontró que los cultivos orgánicos tienen rastros de carbono mucho menores y consumen sólo el 39% de energía y producen sólo el 77% de gases invernadero, comparados con los no orgánicos. La razón, según Pelletier, es que se elimina el fertilizante con nitrógeno del proceso de cultivo.
Los fertilizantes son responsables del 1% del consumo total mundial de energía. Sin embargo, la comparación no es tan sencilla en todos los alimentos. Para las hortalizas y las frutas, es casi imposible comparar los cultivos orgánicos con los convencionales sin saber exactamente cómo y dónde fueron cultivados.
Pelletier agregó: "Tiene mucho que ver con el contexto". Seguramente, lo orgánico no siempre significa menores emisiones. Las aves orgánicas, por ejemplo, requieren un 10% más de energía que las de granja, ya que éstas son criadas en lugares donde casi no pueden moverse y gran parte de su energía alimentaria se convierte en proteína. Traducción: María Elena Rey

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