LONDRES.- Si usted se hubiera topado con Adde Karimi en septiembre, éste probablemente no habría tenido tiempo para detenerse y charlar. Estaba muy ocupado llenándose de hamburguesas, gaseosas y batidos de crema. Es que se necesita mucha planificación para tragar 6600 calorías de comida chatarra por día, explica. La motivación de Karimi era encomiable. "Lo hice porque quería odiar este tipo de comida", cuenta. También lo hizo por la ciencia.
Karimi fue voluntario en un experimento basado en el documental Super Size Me . En éste, el director cinematográfico Morgan Spurlock pasó 30 días comiendo exclusivamente en McDonald s, sin jamás rechazar las ofertas de "agrandar" la porción pedida y evitando el esfuerzo físico. Karimi siguió un régimen similar, llenándose de comida densa en energías y manteniendo el ejercicio al mínimo.
Pero aquí es donde las coincidencias se terminan. Para cuando terminó el atracón de Spurlock, el director se había convertido en una bola de manteca, con una libido que aparecía y desaparecía, y un colesterol por las nubes. Había ganado 11,1 kilos, un incremento del 13% en su peso corporal, e iba en camino hacia una seria lesión de hígado. En contraste, Karimi no tenía ningún problema médico. De hecho, su colesterol se encontraba más bajo luego de un mes de comida rápida de lo que estaba antes de empezar, y a pesar de que había ganado 4,6 kilos, la mitad correspondía a masa muscular.
El cerebro detrás de este experimento singular es Fredrik Nyström, de la Universidad Linköping, Suecia. Sometió a 18 voluntarios a una dieta "agrandada", y lo que más lo fascina es el descubrimiento de que existen inmensas variaciones en las respuestas que cada uno tuvo al particular régimen.
Algunos, como Karimi, se lo tomaron con calma. Otros sufrieron casi tanto como Spurlock: a un voluntario le tomó sólo dos semanas llegar a la ganancia de peso máxima (15% del peso corporal inicial) permitida por el comité ético que aprobó el estudio. Estamos acostumbrados a escuchar que si tenemos sobrepeso el problema está en que comemos demasiado y hacemos poco ejercicio, pero Nyström se vio obligado a concluir que la relación no es tan directa: "Algunos simplemente son más susceptibles a la obesidad que otros."
Desde que vio la película, Nyström se sintió intrigado por el experimento de Spurlock, pero lo que le molestaba era su falta de espíritu científico. De modo que cuando uno de sus doctorandos renunció inesperadamente, liberando algún dinero destinable a investigación, Nyström decidió replicar la experiencia bajo condiciones clínicas.
La primera tanda de saludables y delgados voluntarios comenzó el desafío, de un mes de duración, en febrero de 2006. Al comenzar, Nyström calculó su ingestión de calorías diaria normal y luego les pidió que la duplicaran en la forma de comida chatarra, al tiempo que evitaban la actividad física lo más posible.
Una diferencia con la película fue que Nyström no les ordenó que sólo comieran en McDonald s. También les permitió la pizza, el pollo frito, el chocolate y otras comidas ricas en grasas, cada vez que no pudieran aguantar las hamburguesas.
Durante el experimento, los voluntarios tuvieron controles semanales de su salud. Además, se los sometió a una batería de tests y pruebas antes de comenzar la dieta y nuevamente luego de terminarla para averiguar qué había producido ésta en su psicología, metabolismo y salud mental.
Nyström no puede comentar los resultados totales de su experimento hasta que el estudio sea publicado. Pero New Scientist puede revelar algunos inesperados resultados.
Efectos secundarios
Hablé con la voluntaria Lotta Karlsson mientras se encontraba en su semana final, de 5000 calorías diarias. Ya había ganado 9,1 kilos, casi el aumento máximo permitido para su peso de partida: 60 kilos. "Me siento muy, muy bien", afirmó, "pero la parte física es mala. Soy muy torpe y no me gusta cómo me veo en el espejo. Parece que estuviera embarazada."
Incluso Karimi, que parece increíblemente inmune a la obesidad, advirtió algunos desagradables efectos secundarios de la dieta. "Me siento repugnante. Incluso si me lavo las manos y la cara, de todas formas continúo sintiéndome sucio, como si tuviera grasa por todo mi cuerpo." Antes, Karimi se mantenía muy en forma, pero asegura que durante el experimento incluso caminar se convirtió en un proceso trabajoso. O incluso peor: a pesar de que su libido no se vio afectada, sí se resintió su desempeño sexual. "Simplemente no tenía mi brío habitual", asegura.
Muchos de los voluntarios se sorprendieron de lo difícil que era comer las calorías suficientes por día. "Inventaron algunos trucos interesantes", comenta Nyström. Un voluntario tomaba regularmente un batido de crema reforzado con un pote de crema extra. Otro una noche se dio cuenta de que se había quedado corto en mil calorías, de modo que simplemente tragó aceite de oliva. Karlsson se arregló agregando crema a sus comidas y picando chocolate, queso y bebidas con alto contenido calórico entre comidas. "Tengo que estar comiendo prácticamente todo el tiempo", aseguró durante el experimento.
Nyström también cuenta con algunos resultados iniciales de los tests. Pensemos en el hígado, para empezar. Cuando se encuentra tensionado suelta grandes cantidades de enzimas en la corriente sanguínea. Un número elevado de enzimas del hígado es un mal síntoma, y la razón principal por la que el doctor Spurlock lo conminó a terminar con sus atracones. Y sin embargo, ninguno de los voluntarios de la primera tanda de Nyström tuvo este problema, lo llevó inicialmente a sospechar que Spurlock tal vez tuviera una susceptibilidad subyacente a trastornos del hígado.
Ahora que el experimento sueco está completo, de todas maneras, Nyström ha cambiado de opinión. "Las enzimas del hígado sí se incrementaron mucho en algunos de los últimos sujetos del estudio", asegura. Si logra descubrir qué factores afectan estas variaciones, el experimento puede contener algunas claves vitales para cualquiera que sueñe con entender y aliviar el creciente problema de las enfermedades de hígado relacionadas con el sobrepeso.
Pero el gran misterio es el aumento de peso. ¿Por qué algunos acumulan tanto más que otros, consumiendo cantidades de comida equivalentes? La corazonada de Nyström es que se trata de variaciones metabólicas: algunos de nosotros simplemente somos mejores para manejar las calorías que otros. Si tienes suerte, tu cuerpo podrá adaptarse y arreglárselas con una factura con dulce de leche extra o incluso con una comilona, quemando el exceso de energía en forma de calor. Sospecha que muchos de sus voluntarios entran dentro de esta categoría porque eran delgados con su dieta normal y porque comentaban que se sentían acalorados durante le tiempo en que comieron de más.
Si Nyström se encuentra en lo correcto, esto es lo que hace a su estudio tan inusual y potencialmente valorable. La mayoría de las investigaciones sobre obesidad se hacen en gente con sobrepeso. En otras palabras, en aquellos que manejan peor los excesos de calorías. La habilidad de transformar el exceso de comida en grasa es una ventaja adaptativa a lo largo de la mayor parte de la historia humana, cuando nuestros antepasados tenían que luchar con festines y hambrunas alternativos. Pero la disponibilidad alimentaria errática no fue el único factor que influyó en la evolución del metabolismo humano.
Repensar la obesidad
"En las áreas frías la gente puede haberse adaptado más para arreglárselas con la temperatura y por lo tanto quemar el exceso de calorías como calor", afirma Nyström. La gente con este tipo de metabolismo parece más apta para enfrentar el mundo actual y Nyström espera que al estudiarlos pueda generar nuevos enfoques para repensar la epidemia de obesidad.
Por ahora, Karlsson pedalea furiosa en la bicicleta que se hizo instalar en su comedor y Karimi levanta pesas en el gimnasio. Cuando hablé con él, un mes después de que terminara con sus comilonas, ya había perdido un kilo. Todavía seguía con un régimen de seis comidas diarias, pero con una dieta mucho más saludable. Y lo mejor de todo es que la terapia de aversión parece haber funcionado.
"No toqué una hamburguesa desde que terminé el experimento. No creo que lo haga por un año", cuenta Karimi.
Por Kate Douglas
De New Scientist
¿Y el colesterol?
- No sólo varios de los voluntarios mostraron un cambio pequeño en las cantidades de colesterol, algunos incluso tenían un nivel más bajo de colesterol "malo" y un aumento del "bueno". No está claro por qué la comida chatarra debería mejorar los lípidos, pero puede que se trate de la composición específica de la dieta. Con los recibos de toda la comida que compraron sus voluntarios, Nyström planea averiguar cómo ciertas comidas afectan a los lípidos.
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